Monumento funerario de María Raggi de Gian Lorenzo Bernini
Adosado al último pilar de la nave izquierda se puede contemplar el monumento fúnebre, o cenotafio, de la venerable sor María Raggi OP, obra juvenil del gran artista barroco Gian Lorenzo Bernini. María Raggi (1552-1600), oriunda de la isla de Quíos, tras la muerte de su marido en 1570 entró en la Tercera Orden dominicana asentándose posteriormente en Roma donde murió. Transcurrió gran parte de su vida dedicada a la oración atribuyéndole la tradición un gran número de milagros. El actual monumento fúnebre fue encargado por sus descendientes y se ultimó en 1647. Está realizado en mármoles negros y amarillos, así como en bronce dorado. Se presenta como una gran tela que enmarca el retrato de la difunta tenido en alto por ángeles.
El uso de una gran tela para enmarcar el monumento fue una importante innovación para la época, ya que Bernini quiso dejar constancia para la posteridad de la estructura de los monumentos provisionales que se utilizaban en los funerales de la época esculpiéndola en la dura piedra. El mármol negro es símbolo de la muerte y del destino ineludible de todos los hombres, pero la cruz dorada en la parte superior del mármol/muerte y del óvalo, que muestra el retrato de la difunta, representa la esperanza del hombre en una vida eterna y nueva tras la muerte. La cruz de Cristo ha vencido la muerte. La expresión de la venerable mujer quiere captar el momento en que exhala su último suspiro y se aproxima estilísticamente al famoso éxtasis de santa Teresa del mismo escultor. El rostro expresa una profunda serenidad debido a que este momento no es el final de la vida sino el inició de la vida verdadera en Cristo.
La obra de arte sorprende por el efecto conseguido en el mármol, que se representa a los ojos del espectador como una tela de seda ondeada en delicados pliegues. De esta manera se nos quiere hablar de algo más profundo. Nos enseña que quien ha vivido una vida de amistad con Jesucristo no será abandonado en los pliegues de la muerte sino que será confortado por la visión beatífica de Dios, la misma expresión impresa en el rostro sereno de la venerable María Raggi.